El mundo de la cocina puede ser despiadado, y no sólo el de la alta cocina. Trabajo duro, dedicación y ganas de mancharse las manos. Hay que aguantar, volver cada día y tener un propósito para ello. En el centro de la serie The Bear está Carmy -Carmine Berzatto-, un chef de origen italiano y gran promesa de la alta cocina que se ve obligado a dejar Nueva York y una prometedora carrera para regresar a Chicago y hacerse cargo de la sandwichería familiar, que le legó su hermano Mikey, fallecido por suicidio.
El restaurante «The Beef. The original beef of Chicagoland», es el típico restaurante americano donde el menú es siempre el mismo, donde los horarios son frenéticos y el servicio parece una lucha diaria constante. Carmy intenta poner orden en la cocina, tratando de salvar un barco que hace aguas por todos lados, y en el que los compañeros de viaje parecen remar todos en direcciones diferentes. Pero la serie se detiene y desborda en el primer plano del mundo de la cocina, hecho de grandes cantidades de comida que preparar, imprevistos de todo tipo que gestionar, dificultades económicas que afrontar, encimeras y suelos que limpiar. Un trabajo que no deja escapatoria, agotador, que requiere una dedicación casi absoluta. Carmy pasa de un restaurante de alta cocina donde todo está hipercontrolado y los estándares a mantener son altísimos a un entorno donde todo parece casi improvisado, una trinchera en la que se corre como locos y lo importante es sobrevivir.
The Bear se adentra en el todavía relativamente inexplorado ámbito narrativo de las cocinas y lo hace desde una perspectiva interesante -aunque bastante sectaria-. La narración de la vida cotidiana de Carmy y de las dificultades que tiene que superar tiende a ser bastante apremiante y claustrofóbica (el ritmo veloz es una de las principales características de la serie), aunque siempre se cuida mucho la potenciación del componente humano y relacional que asume el protagonista. Carmy, de hecho, a pesar de las enormes dificultades a las que tiene que hacer frente, siempre intenta salvaguardar la posibilidad de que los demás crezcan, de que cada uno profesionalice el trabajo y las tareas que realiza, de que se adquieran nuevas herramientas y progresen.
En su confusión existencial y personal, la disciplina y el orden que le impone la cocina también le permiten no estar a merced de los acontecimientos, tener un dique existencial -quizá no siempre orgánico, pero presente- al que recurrir en tiempos de tormenta. En el transcurso de la serie, además, se descubrirá la verdadera razón por la que Carmy ha decidido quedarse en el infierno de la cocina familiar e intentar salvarla. En un viaje que siempre quedará todo entre las cuatro paredes grasientas de una sandwichería de Chicago, pero que tiene un horizonte mucho más amplio y universal y que también tiene como piedra angular -entre otras- la búsqueda de la redención.
Este es precisamente uno de los temas principales que trata The Bear: la búsqueda de una segunda oportunidad que sólo puede dar sus frutos mediante el trabajo duro y el sacrificio. Carmy aguanta, resiste casi hasta derrumbarse, porque resucitar el restaurante significa mantener con vida a su familia, ya tan duramente puesta a prueba. Es un héroe frágil, que resiste bajo los golpes de una dura realidad que no deja escapatoria. Pero lo hace porque tiene un propósito, uno que da sentido a la fatiga de los días. En esto, en su torpeza existencial y en las confusiones que lo envuelven, Carmy es un personaje que manifiesta grandes contradicciones, cuyo constante movimiento físico es manifestación de una inquietud personal, de la lucha por conciliar sus capacidades y su brillante destino con las necesidades contingentes en las que se ha visto obligado -o ha elegido- estar. The Bear es, por tanto, también una serie que se centra y sabe hablar de grandes temas existenciales, que cuenta muy bien el drama de la lucha que todos están llamados a librar, del peso de las elecciones y las circunstancias que uno tiene que asumir.
Gaia Montanaro
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