Alex es una madre joven de 24 años con un pasado difícil y dos padres que son todo menos fiables. Cuando Sean, su pareja y padre de su hija Maddy, empieza a comportarse de forma violenta y se convierte en un peligro potencial para ella y la niña, Alex le deja en mitad de la noche, encontrándose de pronto sin nada: sin techo, sin dinero para pagar una comida caliente o la gasolina del coche. Comienza asì un largo y arduo peregrinaje para encontrar un hogar, obtener prestaciones estatales y dar un nuevo rumbo a su vida. Para poder lograr todo esto necesita un trabajo el cual encuentra en una empresa de limpieza que se encarga de atender las casas de los ricos. Es un trabajo precario, mal pagado y con turnos y horarios muy difíciles de respetar, sobre todo con una niña pequeña a la que cuidar. Sin embargo, Alex no pierde el ánimo y se arremanga, dispuesta a hacer cualquier cosa para que Maddy tenga un futuro.
Inspirado en la memoria Maid: Hard Work, Low Pay and a Mother’s Will to Survive, de Stephanie Land, Maid es una pequeña maravilla que retrata con sensibilidad y dulzura la cara oculta del sueño americano: la de las jóvenes madres solteras, los hogares de grupo, los trastornos psiquiátricos y el abuso de poder en sus diversas formas. Todo ello sin caer en el espectáculo fácil o en la autocompasión, sino poniendo en escena lo que -a pesar de todo- sigue siendo un canto a la vida, a las pequeñas alegrías cotidianas y al ser humano capaz de brillar incluso en los momentos más oscuros.
Al ver Maid es imposible no empatizar con la protagonista, interpretada por una extraordinaria Margaret Qualley. A Alex le pasa de todo: cada vez que las cosas parecen ir bien (encontrar una casa, un trabajo, alguien dispuesto a ayudarla…), ocurre algo que la hace volver al punto de partida a merced del destino. Sin embargo, a pesar de esto, la madre nunca se rinde, e incluso son raros los momentos que llega a la verdadera desesperación. Alex no puede permitirse el lujo de desmoronarse, porque es el único punto de referencia para su hija Maddy, por lo que sigue adelante, sometiéndose a todas las formas de humillación y experiencia degradante: despreciada, insultada, limpiando los retretes mugrientos de las casas ocupadas, así como las guarderías de catálogo sin usar de las casas de los ricos. Aún así, después de un día de trabajo duro, encuentra tiempo para jugar con Maddy, y darle unas horas de despreocupación, soñando con un futuro diferente para ella.
Alrededor de ella se mueve un nutrido grupo de personajes desdichados a los que la vida ha puesto a prueba pero que han reaccionado a los retos, cada uno a su manera. Por un lado, está su pareja Sean, un alcohólico que intenta dar un rumbo diferente a su vida, pero parece destinado a repetir los errores de su madre; y por otro está su padre Hank, que ha reconstruido una vida centrada en la iglesia y la familia, pero que solía maltratar a su primera esposa, Paula, la madre de Alex, una artista bipolar con una tendencia innata a confiar en los hombres equivocados y absolutamente incapaz de ser un punto de referencia para su hija. En este contexto, las escenas en las que las dos mujeres -madre e hija también en la realidad- se enfrentan cara a cara, son hermosas, con una inversión de papeles que hace que Alex también sea responsable de Paula. Lo más interesante es que ninguno de estos personajes es realmente malo: todos pagan las consecuencias de sus debilidades y del hecho de haber buscado la felicidad en los lugares equivocados, como el alcohol o en la enésima relación amorosa destinada al fracaso. Para todos ellos existe una posibilidad de redención, pero quien parece ser la única que logra cambiar su destino es Alex, esto porque su vida gira entorno al sólido amor por su hija. A su vez, Alex encuentra el tiempo y la energía para dedicarse a su pasión, la escritura, y empieza a ver las casas que tiene que limpiar como realmente son: cascarones vacíos, habitados por personas que -a pesar de su dinero y sus vidas aparentemente perfectas- a menudo están más solas e infelices que ella.
Otro aspecto interesante de Maid es la elección de evitar la espectacularidad fácil y las soluciones narrativas obvias: no es una violencia física la que Sean ejerce contra Alex, sino una violencia psicológica y emocional que, en cierto modo, es aún más insidiosa y degradante. Además, gran parte de la serie se basa en las relaciones de Alex con otras mujeres (su madre, su hija, la señora que regenta la casa familiar en la que se refugia a menudo, la dueña de una de las bonitas casas donde limpia…), mientras que no se da espacio a posibles líneas románticas. Antes de volver a confiar en un hombre, Alex necesita aprender a confiar en sí misma para poder ser una mejor madre para Maddy, su prioridad absoluta y la brújula que la guía en medio del atormentado caos que es su vida.
Cassandra Albani
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