Creada por Amy Sherman-Palladino (autora, junto a su marido, de otra serie televisiva de gran éxito, Gilmore Girls o Las chicas Gilmore), La maravillosa Señora Maisel (The Marvelous Mrs. Maisel) es una comedia de época brillante y para nada predecible, ambientada en la Nueva York de finales de los años cincuenta. La serie cuenta las aventuras de Miriam “Midge” Maisel, un ama de casa judía que vive una vida aparentemente idílica: perteneciente a una familia bien acomodada, con un espléndido apartamento en el Upper West Side de la ciudad, dos hijos y un marido al que ama y al que intenta soportar de todas las maneras, Midge no podría sentirse más feliz o realizada. Es así, al menos, hasta la noche en la que Joel, su marido, frustrado por su trabajo monótono y por su incapacidad por ser un cómico profesional, decide dejarla por su secretaria veinteañera. Desilusionada y herida, Midge sale de su casa borracha y en camisón, va al local donde había estado esa misma noche con Joel, sube al estrado y hace un chispeante monólogo sobre su nueva situación de soltera, obteniendo un aplauso generalizado y siendo justo después arrestada por cometer actos obscenos en lugar público. Susie Myerson, una empleada del comedy club en el que Midge se exhibió, paga la fianza, convencida de haber visto “algo” en ella . Con la ayuda de Susie y yendo en contra de todos, Midge decide rehacer su vida, abandonando su estatus anterior de ama de casa y mujer perfecta para convertirse en una cómica stand-up.
Uno de los mayores méritos de La maravillosa Señora Maisel es, sin duda, la interpretación de la espléndida Rachel Brosnahan. Hermosa, elegante, irónica y optimista, ante el derrumbe de su perfecta vida Midge no pierde el ánimo, sino que encuentra la manera de reinventarse, dedicándose a su pasión y consiguiendo convertirla en una profesión, en una época en la que la stand-up comedy se consideraba un mundo solo para hombres, y no demasiado respetable.
La maravillosa Señora Maisel es una serie sobre el cambio y la transformación. Si la protagonista experimenta una evolución de 360 grados, dando un giro radical a su vida y redescubriendo una faceta de sí misma que siempre había reprimido, sus acciones desencadenan un efecto dominó que acaba por desbordar a todos los que la rodean. Es el caso, por ejemplo, de sus padres -Abe y Rose- que, habiendo comenzado como meras caricaturas con la intención explícita de presionar a su hija y de hacernos reír, emprenden a su vez un proceso de transformación que los convierte en personajes mucho más complejos y polifacéticos.
Todavía más interesante e inesperado es el arco de transformación de Joel, el marido de Midge. En la primera temporada, Joel es el personaje que nadie soporta: un marido chapucero, un hombre que lo tiene todo pero que da por sentado el amor y el apoyo de su mujer. Buscando una salida a la monotonía de su vida, Joel se obsesiona con la idea de convertirse en cómico, sin tener en realidad las cualidades necesarias (no por casualidad, roba e intenta hacer suyas las piezas de cómicos mucho más famosos que él). Cuando, incitado por Midge, intenta hacerlo con material propio, descubre que no es tan gracioso. Insatisfecho y decepcionado consigo mismo y con su vida, culpa a su mujer y «abandona el barco». A partir de este momento -mientras que Midge encuentra, en la disolución de su familia, la fuerza para volver al juego y cambiar su destino- Joel se enfrenta a un camino mucho más complejo y accidentado. De hecho, sólo al enfrentarse a la realidad se da cuenta por fin de la magnitud de lo que poseía y de lo que había desperdiciado, reconociendo el valor de su esposa y creciendo como persona y como hombre.
Si la serie es muy divertida, gracias sobre todo a los diálogos -muchos de los cuales se basan en el encuentro/desencuentro de dos mundos (el de los cabarets del East Village y el de la alta burguesía judía de Nueva York)-, el núcleo fundacional de la serie es la relación entre los dos protagonistas. Si, en apariencia y carácter, Midge y Susie, su agente, no pueden ser más diferentes, su amistad y complementariedad consiguen hacer de La maravillosa Señora Maisel una serie feminista que sin embargo no renuncia a la feminidad. De hecho, Midge no se ve obligada a convertirse en Susie para perseguir su sueño. Como tampoco tiene que renunciar a su pintalabios, a su ropa de diseño, a su pelo siempre impecable o a su papel de madre. Simplemente aprende que, si realmente lo desea y se esfuerza por conseguirlo, puede tenerlo todo. Y que nadie puede decir lo contrario. Por eso Midge no adopta un nombre artístico, sino que cierra cada actuación reiterando su identidad («¡Soy la señora Maisel!»). Porque se ha dado cuenta de que el espectáculo más interesante es poder demostrar en el escenario que una mujer puede ser a la vez bella y divertida, tanto como madre y cómica.
Quizá, un apunte que se podría hacer a la serie es que – en el intento de mantenerse en el plano de lo cómico y ligero, aunque no predecible,– acaba por tratar de manera un poco superficial un tema delicado y con una carga emotiva muy fuerte como lo es la separación, especialmente si tiene como causa una infidelidad.
Cassandra Albani
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