Reedición de la célebre serie de televisión de Ingmar Bergman de 1973 (posteriormente película) protagonizada por Liv Ullmann y Erland Josephson, Escenas de un matrimonio se propone investigar la profunda dinámica del vínculo matrimonial, que mantiene su absoluta peculiaridad incluso cuando atraviesa una compleja crisis.
Jonathan y Mira -interpretados magistralmente por Oscar Isaac y Jessica Chastain- son un matrimonio con una vida aparentemente perfecta: él es profesor universitario de filosofía, ella es la gerente en una exitosa empresa tecnológica. Tienen una hija de 9 años, Eva, y todo parece ir bien. Pero no es así en realidad y no tardarán en aparecer las primeras señales de crujido. La serie, escrita y dirigida por Hagai Levi (ya autor de In Treatment y The Affair) profundiza en la evolución de la relación entre los dos protagonistas, como si la observara bajo una lupa, amplificando cada mínimo cambio, en una continua alternancia entre momentos de acercamiento y abandono. El retrato resultante es el de un progresivo encerrarse cada uno en su mundo, encontrando cada vez menos puntos de contacto en común entre ellos, con un final que, sin embargo, queda abierto.
La serie es apta para un público adulto y no es especialmente adecuada para su visionado en familia, pero ofrece muchas ideas interesantes que pueden ser explotadas en otros contextos educativos por su indudable potencial para provocar la reflexión sobre los distintos aspectos del vínculo matrimonial: su extrema fragilidad combinada con su resistencia y su capacidad de perdurar en el tiempo, que resulta totalmente inexplicable para quien sea ajeno a ese tipo de relación.
El éxito de la serie, aclamada por la crítica en su presentación en el Festival de Venecia, se basa en gran medida en la extraordinaria interpretación de los dos protagonistas, que acompañan al espectador en un auténtico descenso a los bajos fondos de su matrimonio, consiguiendo dar voz a todos los matices más sutiles de sus contradictorios sentimientos. Es una historia emocionalmente intensa y a veces claustrofóbica porque llega a lo más profundo del desgaste de un vínculo matrimonial. Cuando parece que hay espacio para la reconciliación, prevalecen las opciones egoístas y el deseo de seguir el propio camino existencial en el que el otro no está previsto. Asistimos así a la manifestación de una dinámica enrevesada, en la que ambos parecen vislumbrar en varias etapas lo que podría salvar su matrimonio, para luego perderlo de vista y dejarse llevar por un comportamiento inmaduro y narcisista, en la vana búsqueda de una relación absolutamente perfecta que siempre parece eludirles, porque en realidad no existe. La serie escenifica el progresivo y lento distanciamiento entre Mira y Jonathan, mostrando la transformación de la casa donde vivían: un lugar con un fuerte valor simbólico, al que vuelven para recuperar el sentido original de su relación.
Pero el aspecto más original e interesante de Escenas de un matrimonio, que se hace eco del precedente bergmaniano en varios aspectos, es su capacidad para retratar la naturaleza un tanto misteriosa del vínculo matrimonial, un pacto exclusivo que difiere de cualquier otro tipo de relación entre hombre y mujer. Como le dice Jonathan a Mira en una de las escenas más intensas de la serie (en el episodio 3, El valle de las lágrimas): «Recuerdo cómo éramos antes de vivir juntos, de qué nos salvamos. Fue un milagro, el mayor milagro de nuestras vidas y lo estamos tirando así. Es un error terrible y debemos hacer todo lo posible para salvarlo sin renunciar a él». A pesar del dramatismo de la situación que se avecina, esa frase resuena como la verdad más profunda de su vínculo. Una especie de leitmotiv que resurge a veces para desaparecer ante la dificultad objetiva de permanecer juntos. Es la paradoja del vínculo matrimonial. Y la serie lo cuenta de forma extraordinariamente eficaz, comparándolo con otras relaciones, encuentros y aventuras en las que se ven envueltos los dos protagonistas.
También hay lugar para una profunda percepción de la importancia de las raíces de uno: para Jonathan, ese judaísmo al que, sin embargo, está apegado, que desempolva como refugio en sus días más dolorosos, y que propone a su hija para darle un sentido de pertenencia.
La historia de Mira y Jonathan podría ser la de cualquiera de nosotros, parece decirnos el director, involucrando al público desde las primeras líneas, abriendo los cuatro primeros episodios con un plano del decorado y la entrada de uno de los protagonistas. Mientras que el último episodio, el quinto, se cierra con la vuelta al plató, a la vida real, y los dos actores (no sus personajes), abrazados, como una pareja unida tras años de vivir juntos.
Stefania Garassini
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