Cortar por la línea de puntos es una serie de comedia dramática escrita y dirigida por el dibujante italiano Zerocalcare. Fue estrenada internacionalmente en Netflix el 17 de noviembre de 2021 y se ha colocado en los primeros puestos de las listas de series más vistas en pocos meses.
Se trata de un producto inusual, empezando por el hecho de que es una serie de animación para adultos (está prohibida para menores de 14 años). El público objetivo de Zerocalcare, alias Michele Rech, es sobre todo el de los nacidos entre los años ochenta y noventa, la generación a la que él mismo pertenece y cuyos límites y angustias ha sabido relatar con maravillosa ironía. Los seis breves episodios, que trazan el crecimiento aparentemente caótico de Zero en el poco pintoresco barrio de Rebibbia, son en realidad una panorámica de los grandes miedos a los que se enfrenta esta generación, impidiéndole llegar a ser propiamente «adulta»: la dificultad de encontrar un trabajo, de establecer relaciones con los demás y, en general, de asumir el riesgo y la responsabilidad de vivir la propia vida.
Partiendo de temas aparentemente sencillos y triviales (como el exceso de pensamiento que hace imposible elegir una pizza en lugar de otra), se llegan a abordar cuestiones muy delicadas, pero es sólo al final de la serie que se comprende el horizonte en el que situar todos los fragmentos que van apareciendo hasta ese momento. Y uno comprende que lo que parecía ser sólo una corriente de conciencia desbordante hecha para divertir, en realidad seguía un diseño muy preciso, en el que cada pieza tiene su propio significado.
El impacto de los primeros minutos de la serie puede resultar un poco chocante para quienes no estén familiarizados con los cómics de Zerocalcare o no hayan tenido la oportunidad de ver algunos episodios de la Rebibbia Quarantine (los mini cortos animados que narraban semanalmente su encierro a las afueras de la ciudad de Roma por la pandemia del covid 19). El ritmo sostenido, el fuerte acento romano y la presencia omnipresente de la voz en off del autor, que acompaña toda la historia y dobla a todos los personajes (en la versión española es la voz de Eduardo Bosch), es de hecho una elección arriesgada pero muy acertada para transportar inmediatamente el drama del personaje y la fuente de toda su comedia: la imposibilidad de vivir fuera de su propia cabeza y de establecer un verdadero diálogo con alguien que no sea su conciencia hipertrófica en forma de armadillo (este último es, de hecho, el único personaje con voz propia, o mejor dicho, en italiano ha tomado prestada la del actor Valerio Mastandrea).
Estas marcadas elecciones estilísticas son la verdadera fuerza de la serie, y cautivan al espectador incluso más que su contenido, que, al menos en los primeros episodios, sigue siendo bastante misterioso: un viaje que Zero tiene que afrontar junto a Sarah y Secco, sus amigos de toda la vida, se convierte en la ocasión para divagar de ésto y de aquéllo, para desandar su camino de crecimiento (o más bien, la colección de fracasos que le llevaron a ser la persona que es hoy), pero también el nacimiento de amistades fundamentales y de su platónico y torpe amor por Alice…total, cualquier excusa es buena, con tal de no llegar al destino.
Esta estructura refleja metafóricamente la inconclusión que constituyó el rasgo dominante de los primeros treinta años de la vida de Zero: de hecho, si hasta su adolescencia estaba convencido de que bastaba con rasgar los bordes de una línea ya trazada para dar la forma adecuada a su vida, pronto tuvo que darse cuenta de que las cosas no son tan sencillas. Es muy fácil identificarse con sus luchas por encontrar sus primeros trabajos (y luego estar deseando deshacerse de ellos) o por invitar a salir a una chica en la época de las primeras redes sociales, que se alternan con momentos de hilarante flujo de su conciencia social con otros de desarmante sinceridad en los que el protagonista sabe perfectamente que no puede «encontrar en el exterior lo que me falta en el interior».
Lo que hace que la ironía de la serie sea tan agradable es precisamente el hecho de que sea mordaz pero nunca despegada de la realidad, porque el único objetivo real de su críticas es su alter ego en forma de personaje (con el que todos, tarde o temprano, acaban identificándose): sólo él tiene el poder de decidir salir de su torbellino de pensamientos y empezar a vivir su vida.
Giulia Cavazza
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