¿Qué pasaría si un entrenador de baloncesto de gran éxito y talento se limitara a entrenar a un equipo femenino de instituto? Big Shot es una serie que tiene el deporte como centro. El protagonista, Marvyn Korn, es uno de los entrenadores más famosos de la NCAA (National Collegiate Athletic Association, la organización que gestiona las actividades deportivas de los college americanos y canadienses), pero por su mal carácter pierde su trabajo y el único que encuentra es en Westbrook, un instituto al que acuden chicas de clase alta en San Diego. La ubicación es maravillosa, a un tiro de piedra de la playa de surfistas de La Jolla, el clima es excelente, el trabajo está bien pagado, pero Marvyn vive este cambio de rumbo como un fracaso. El protagonista es un hombre enfermo de activismo y parece tener un solo objetivo en la vida: el baloncesto. Sin embargo, cuando su hija Emma le pide ir a vivir con él, – sus padres están separados- emerge su lado sensible: el espectador empieza a vislumbrar que hay algo más en este hombre, una sensibilidad insospechada y profunda.
La serie ofrece muchos puntos de reflexión, tanto sobre el viaje de aprender a ser padre como sobre cómo una comunidad puede ayudar a sus miembros a crecer juntos. Otro aspecto valioso es la puesta a prueba de las adolescentes con los primeros sufrimientos reales de la vida y de cómo, a veces, son ellas precisamente quienes indican a los adultos la dirección correcta.
Al contar las historias y lo que sucede en el instituto, se incluye también una historia de amor entre dos chicas, que es un poco engañosa y no tiene relación con la historia principal.
Como es sabido, el deporte tiene un valor muy alto en los college estadounidenses. En el caso del baloncesto, existe el campeonato del NCAA, con tantos seguidores que podría casi compararse a la NBA. Marvyn ha ganado ya dos de estos campeonatos y lleva con orgullo los anillos símbolo de sus victorias. Su obsesión por el baloncesto, sin embargo, ha echado por la borda el resto de su vida y, como suele suceder, si algo se tuerce en la obsesión de un hombre, todo se desmorona. El baloncesto es su razón de vivir, no puede fallar, porque querría decir que el verdadero fracaso es él mismo. Así, en un momento de tensión en uno de los partidos, Marvyn llega a lanzar una silla a un árbitro. La consecuencia es la pérdida de su trabajo y su confinamiento como entrenador en el instituto femenino de Wetsbrook, en San Diego.
A lo largo de los episodios de la serie vamos conociendo a Marvyn, descubrimos que su padre lo consideraba un fracaso, que tiene una hija muy comprensiva, Emma, y que él esconde, en lo profundo de su ser, una sensibilidad y una capacidad de ser padre que sólo está esperando el momento adecuado para revelarse. Al principio el protagonista acepta este trabajo como un paso necesario para su vuelta a los college, un castigo inevitable pero temporal. Por eso trata a las chicas como peones que tienen que hacer lo que el entrenador decide, deben seguir los esquemas y ganar, o más bien hacerle ganar. El ambiente del instituto y, en particular el mundo del baloncesto, se revela aún más complejo y rico de sorpresas. Marvyn comprende, gracias también a la profesora Holly Barret, que no puede motivar a las chicas que entrena con modos bruscos sino que necesitan a alguien que las entienda de verdad porque cada una de ellas tiene su propia historia y sus propias heridas. El aspecto más interesante de Marvyn -gracias a la excelente interpretación de John Stamos- es que no se deja avasallar por las numerosas dificultades que le sobrevienen: la directora que le exige ir a ver al psicólogo del instituto, la hija que le hace ver sus puntos débiles, las chicas del equipo que le piden ser para ellas también un educador además de su entrenador… Así, un poco cada vez, el famoso Marvyn Korn, el “Big Shot”, se va abriendo cada vez más a los demás y se deja cuidar.
La serie aporta una visión muy positiva del deporte y de la escuela como lugares de relación, de confrontación, a veces de entrenamiento, pero sobre todo de crecimiento. Marvyn anima a sus atletas a no conformarse, a dar lo mejor de sí mismos, a ser excelentes. A su vez, las chicas y la escuela enseñan a Marvyn que las personas y las relaciones son más importantes que los resultados y el éxito, y que la vulnerabilidad no algo malo que deba ocultarse siempre, porque es lo que nos hace humanos.
Al final, el protagonista aprende la lección más importante: que el camino de un padre es un camino de sacrificio. Finalmente descubre su vocación y está dispuesto, por primera vez en su vida, a hacer sacrificios por el bien de su hija y de «sus» chicas.
Maximiliano Cattaneo
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